Dibujo del Forges
Las gentes todas han devenido en negociantes, y el sistema corrupto del mundo ha captado a todos para su
método y su filosofía de las cosas. Hoy lo que vale es el dinero (nada
nuevo) y las cosas que se pueden comprar con dinero, (que en este mundo es
todo, pues todo está sometido al poder del dinero). Joyas,
honores, prelacías, almas de hombres.
Todos han sido atrapados en el agitado remolino
de las transacciones, cosa que no se corresponde con las legítimas aspiraciones
del hombre medianamente ético, ni con la genuina
vocación de las personas rectas. Pero es un sistema irresistible e
irresistido. Además, ¿quien quiere resistirlo? ¿Quién
no quiere participar en él? Los que no pueden y quedan excluidos de una
u otra manera, se sienten fracasados.
Hoy, mujeres y hombres corren como orates en
pos del mundo y del dinero. Se burlan y ridiculizan a los pocos y raros que no
marchan con ellos en esta siniestra y fatal «carrera
de las ratas». Son ya esclavos y han servido a un
«dios» al que ya no pueden abandonar, y tienen
que ir tras él. Y naturalmente se creen “libres”
Todo está trastocado.
Solo un pequeño número de cristianos ha comprendido la malicia implícita en
este estado de cosas, y han movilizado hasta donde alcanzan su ética y su esperanza viva contra esta insidiosa
situación. No es vana lucha, pues es de Dios, pero es casi imperceptible
en el mare mágnum de la vida cotidiana. Para el mundo pasan casi inadvertidos
ellos y sus llamadas y si alguien se para a escucharles al final exclama ¡Bah, son idiotas!
Pero aunque no sean los más ricos o famosos, estos irreductibles son los «siete mil» que no han doblado
su rodilla ante Baal y no han besado su frente. Son el remanente de Dios
en este mundo corrompido.
Se admira por todos, la integridad y el bien
hacer. Se les exige a los políticos y a otros grandes responsables, pero lo que
se envidia y se respeta es el enriquecimiento
monstruoso y al falto de escrúpulos y moral para conseguirlo; ¡Ese sí que es un tío listo!
Todo el mundo protesta contra la corrupción
cuando no puede practicarla de forma segura, masiva y rápida, pero todos
quisieran poder hacer lo mismo, porque lo harían de
tener la ocasión propicia. ¡El amor, la solidaridad! ¡Bonitas palabras!
El afán de las cosas materiales, el lujo insultante y la exhibición indecente de riqueza y
derroche no es tan solo cuestión de manejar dinero que siempre se ha
hecho. El dinero es muy buen servidor, pero muy mal
amo y engendra con su maligno poder unos afanes que conspiran contra la
estabilidad mental y espiritual de cualquier persona.
Porque contra Dios, hay detrás
de este sistema una presencia real, que impulsa
irresistiblemente a los hombres, apartándolos de su verdadero camino y todos
corren, sin advertirlo y dolorosamente, en la búsqueda
ansiosa del éxito, del reconocimiento social, del dinero y del poder.
Robando, trabajando en jornadas agotadoras y degradantes para el espíritu y la
mente, envileciéndose de muchas maneras. Todo
para ganar más, consumir más, derrochar más.
AMDG
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