En caso de conveniencia, o por adquirir de pronto una superioridad… por cualquier motivo que les parezca, los pactantes romperán la baraja, cuando convenga a los intereses de cualquiera que tenga poder para romperla. Los mandamientos de Dios son seguros y benéficos para todos. Véase, la Unión Europea.
Aunque solo sea por su valor absoluto y práctico debieran ser los que se establecieran como base para erogar unas reglas inmutables y generosamente puestas a disposición de todos. Hablamos de Dios, no de religiones. Con todo respeto hacia todas.
Los cristianos, ni siquiera volcamos el peso de la convivencia y la prosperidad humana sobre los mandamientos de Dios (que no son diez solamente), sino sobre la persona y obra de Jesucristo que, como Él mismo previó, es la «piedra de tropiezo” para todos. Y la única roca sobre la que construir cualquier edificio material o relacional.
No hay persona más alabada y citada que este hombre extraño, que dio extrañas doctrinas e instrucciones maravillosas para la paz de todos los hombres; ni persona más desastrosa y perversamente interpretada por buenos y malos, por ignorantes y sabios, por inteligentes y torpes.
De todos modos, solo cabe preguntarse cuando contemplamos la realidad abierta u oculta. Los cientos de miles de prostitutas, legales o no, la corrupción, los abortos sin fin, los violaciones, los abusos a menores... y a no tan menores, las campañas de intoxicación, para implantar costumbres y adaptaciones al sistema que hemos implantado de tan «sacrosanta manera»...
¿Son progreso? ¿Esto es progreso? ¿Estos son los ideales por los que la humanidad y, sobre todo, por los que los auténticos cristianos tanto han luchado y han sufrido? ¿Para esto se dieron al tormento y a la muerte?
Todo sirve a Dios. Esto también... de alguna manera. Pero ningún hombre puede decir ¡soy inocente! porque no estaremos diciendo la verdad. La técnica avanza; el hombre retrocede con tanta o más rapidez que ella, a medida que va adquiriendo más poder para hacer lo que quiere y no lo que conviene a todos.
Jesús siempre fue, no solo inocente, sino el inocente. Solo Él, dice la verdad, aunque no lo escucharemos hasta que al fin, cuando llegue nuestra calamidad, como ahora impera sobre los iraquíes, sirios, libios, etc., nos llevemos las manos a la cabeza ante los desastres que penden sobre nuestras cabezas.
Y diremos mirando airados al Cielo... ¿Por qué? Entonces, tal vez, reconoceremos la verdad de Jesús. Esperemos que no demasiado tarde.
Y diremos mirando airados al Cielo... ¿Por qué? Entonces, tal vez, reconoceremos la verdad de Jesús. Esperemos que no demasiado tarde.
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