martes, 13 de septiembre de 2011

¿QUIÉN HABITARÁ EN EL MONTE SANTO?

 

El que camina en justicia y habla lo recto;
el que aborrece la ganancia de violencias,
el que sacude sus manos para no recibir cohecho,
el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias;
el que cierra sus ojos para no ver cosa mala.

Éste habitará en las alturas;
fortaleza de rocas será su lugar de refugio;
se le dará su pan, y sus aguas serán seguras.
(Isaías 33:14 al 18).

Una reunión de oración, ha tiempo que se ha celebrado en EE.UU. de América entre los grandes dignatarios de todo el mundo. El Sr. Presidente del Gobierno de España, ha citado en su intervención un pasaje bíblico del que ha obviado parte.

Con ello, creo que no tradujo a la vida normal de los pueblos todo el contenido de lo que decía el pasaje; así ha desvirtuado la lectura, para obtener apoyo a lo que pretende establecer. Naturalmente en él, la lectura es del Antiguo Testamento, porque el nuevo establece muchas mejores cosas. A otro perro, con ese hueso.

De esa forma, se sale de la mención al Nuevo Testamento, al que implícitamente desconoce. Y es que la doctrina de Jesucristo es tan completa, que no le dejaría lugar a su revolución con la que pretende cambiar los usos y las costumbres de un pueblo como el español, que vivía dichoso y feliz; tan feliz como en esta tierra perversa se puede vivir.

Ahora todos viven angustiados, temerosos y despojados como consecuencia de la acción de este gobierno. No me corresponde a mí, y menos en este sitio que habla de espíritu, ponerme a criticar la política de nadie. Es que todos somos responsables de haberle entronizado.

Todos y cada uno de nosotros, hemos corrido tras los dioses ajenos. Como dijo el profeta de su pueblo: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. (Oseas 4:6). Tal es la situación, no solo de España, sino del mundo entero. La adoración al becerro de oro viene a ser cosa común y de prestigio en las sociedades actuales.  

El pueblo de Israel se había corrompido, y los profetas se angustiaban al contemplar como se estaba arruinando, y como solamente con la vuelta a Dios podía resolverse la extrema situación en la que estaban; es decir  al borde de la catástrofe.

Dios ciega los ojos de los que quiere perder, y solo el arrepentimiento y la penitencia eran ya posibles para salvarlos. Despreciaron las llamadas desesperadas del profeta, y vino la calamidad, la muerte y el destierro, para que ya no pudieran ver nunca más -aquella generación- la tierra que habían contaminado con sus ruines pecados.

Ahora, España gime bajo la pobreza galopante que se cierne sobre ella, las enemistades viejas retornan, y el pueblo que es el que  más padece estas consecuencias insiste en repetir las viejas fórmulas de los antiguos jacobinos; estas fórmulas ya se han manifestado en multitud de casos en los que se han implantado, ser vanas y perniciosas.

Me pregunto no solo por el Presidente de España o los que le acompañaban, sino por todos los que allí acudían ¿a quién oraban, qué ofrecían, que pedían? ¿Es que cuando nos referimos a Dios, tiene que ser con crítica, burla, o desprecio de su grandeza?

¿Con qué potestad se atrevían a orar unas gentes la mayoría (quizas inmensa de ellos) ateos, o que desprecian olimpicamente con sus actos toda la grandeza de Dios? ¿Que oración era aquella? Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. (Isaías 1:5)
¿Y creemos que vamos a salir indemnes de esta postura -tan gallarda cuando hay seguridad- y tan humillante y vil cuando la calamidad se precipita sobre nosotros? Dios no tiene prisa; los hijos tendrán la dentera de las uvas verdes que se comen los padres. Lo que no es aceptable en espiritualidad, es real en la vida de las sociedades.

Podría habérsele dicho al presidente y a todos los que allí estaban: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. (Gálatas 6: 7 al 10). ¿Creen ellos -tanto mandatarios como pueblo común- que se puede hacer lo que se hace, y que no se derrumbe todo el tinglado?

Este hombre, presidente ateo, quiso dar lecciones de cristianismo o judaísmo a quien está mucho más informado y más consciente de las cosas; No supo elegir la frase que expresara el amor a toda la humanidad, como él pretende enarbolar.

Claro que, prescindiendo de Jesucristo, de cuya doctrina emergen todos los bienes de esta civilización que él tanto combate, y que desea extirpar para establecer la que desde todos los ángulos y hechos de la historia presente y pasada, se ha demostrado periclitada y funesta como estamos viendo y padeciendo. El tiempo me dará la razón.  


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