domingo, 13 de mayo de 2012

SOBRE LA GUERRA 1ª Parte


No podemos resistirnos a hablar de la guerra. Seríamos demasiado originales si no lo hiciéramos. Suscribimos, remarcamos, detestamos... los males que la guerra produce y que han sido y siguen siendo insistentemente comentados, descritos, usados, repetidos, abominados, justificados, ampliados, restringidos, etc. Y así hasta la saciedad.

El “caso” del Prestige ¿recuerdan? ya no es tan grave y los pescados y mariscos del Atlántico parece que ya no corren tanto peligro. Los esfuerzos de las autoridades para paliar los efectos son prácticamente ignorados o mirados con indiferencia hasta que haga falta sacarlos otra vez a la palestra política y mediática. Por unos o por otros. A nosotros nos da igual. El tumulto y la propaganda, son la base para derribar la razón.

Los cristianos sabemos de la guerra, y lo hemos dicho desde hace milenios. Por supuesto nosotros actualmente también, y antes de que casi todos los que ahora ostentan un cargo político salieran de la escuela primaria.

La Biblia dice que la guerra es el peor de los males que pueden afligir al mundo, y concretamente a las sociedades o pueblos que se involucran en ella. De los cuatro jinetes del Apocalipsis, la guerra lleva consigo los males de todos ellos.

Se invoca, cuando conviene, el mandamiento de «no matarás» por quien no cree en nada de Dios y de sus mandamientos. Ignorando el resto de ellos que son los que, de cara y de canto, dicen lo que hay y lo que no hay que hacer para que las guerras no ocurran.

Finalmente, quieren ignorar que Cristo es, no solo el que ordena la paz, sino que Él mismo es la paz. Pero Él, única solución eficaz y horizonte perfecto, no es tenido en cuenta ni invocado de cara por casi nadie.

Se dijo que la Constitución era el instrumento que se había dado «a sí mismo» el pueblo español para la convivencia y ya se está poniendo en solfa esta «Carta Magna» Y es que esta constitución se elaboró con la opinión y participación de todos, lo cual parece que está muy bien.

No partieron de la base de valores absolutos e inamovibles, sino sobre el compromiso de un «consenso humano» que sin duda es mejor que la guerra, pero que no la elimina del todo. Los consensos varían, como cambian las circunstancias o conveniencias de cada uno. Ya lo estamos viendo. La Ley de Dios es eterna y vale para todos los tiempos.

Los pactantes romperán la baraja cuando convenga a los intereses de cualquiera que tenga poder para romperla, pero los mandamientos de Dios son invariablemente seguros y benéficos para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario