miércoles, 7 de diciembre de 2011

CIVISMO Y GAMBERRISMO




Uno de los últimos sábados de verano, cuando trataba de dormir pese a los ruidos de bares y paseantes, oí un ruido cerca de la plaza a la que da m dormitorio. Asustado por el estruendo y algo cabreado me asomé a la ventana, y vi a unos gamberros tirando por el borde del aparcamiento unos contenedores.

Cuando cometieron el estropicio se marcharon tranquilamente riendo y charlando como si la hazaña que había perpetrado fuese un juego inocente cuando era algo sucio y perjudicial para los vecinos y la entrada del aparcamiento que profundizaba unos cuantos metros.

He estado en Suiza, Alemania, y otros países nórdicos, y pensaba que en aquellos lugares una gamberrada así se investigaría en serio, y se descubriría a los perpetradores por una severa policía. Al que la hubiera perpetrado le hubiese caído un castigo ejemplar.

Y esto hace que estas mamarrachadas, pintadas, roturas de cristales, vocerío, etc. ya no suceden en aquellos países, porque al que lo hace “se le cae el chaleco” en frase vulgar. Y esto produce una cultura de respeto a la ley que aquí brilla por su ausencia, tanto del  poderoso como del más pobre de los ciudadanos. 

Allí comparecen ante un juez severo, vestido con su toga, y a que no le hace gracia alguna cuando le cuente el susodicho gamberro la “machada” que ha ejecutado. Días de arresto, fines de semana estropeados en una comisaría, calabozo, etc., mantienen el orden en esos países en los que la libertad es casi total, pero en los que las sanciones disuaden de estos hechos vergonzosos que aquí suceden con total impunidad.

Sería interesante una estadística, en la que se reflejara lo que cuestan los destrozos en mobiliario urbano a los contribuyentes. En las culturas nórdicas, lo público es tan sagrado como lo particular, y nadie hace un uso indebido de los bienes públicos. Los casos de borrachos o outlaw, son excepcionales, porque en toda regla existen excepciones.

La primera vez que visité Suiza quedé impresionado, y lo que más me llamó la atención es que cuando el automóvil en que regresaba entró por la frontera francesa ya era otro el panorama, y se advertía una mayor relajación en la limpieza. Tengo que decir a fuer de sincero, que en cierto modo experimenté una sensación de alivio después de contemplar el rigor opresivo suizo.

También me impresionó la relajación que existe en materia sexual, que parece estimarse allí como algo de rutina si a uno o a una le gusta alguien sexualmente. Son super estrictos para la sinceridad y la seriedad de conducta, y son liberalísimos para estas materias del sexo.

En definitiva, y lo que trato de decir, es que el clima y las necesidades de ello derivadas, contribuyen a un orden que hace posible la existencia en unos países inclementes, y en los que a las tres de la mañana no están aun en las terrazas de los bares contándose los chismes familiares.

Claro está, al otro día no tienen ganas de trabajar. Pero ¿Quién tiene ganas de trabajar en nuestros países cálidos, en los que la naturaleza invita a la indolencia y al disfrute de forma distinta a los nórdicos?   

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